Estamos “infoxicados”. Estamos saturados. Estamos sometidos a
interrupciones continuas. Nos sentimos bombardeados constantemente de
información. Sea con las redes sociales, el WhatsApp, la prensa, la TV,
el crecimiento de sitios webs y de contenido, los anuncios de la calle,
etc. Esto ocurre por el hecho de que, además del Talentismo, estamos viviendo en la “Era de la Información” que da lugar a la “Economía de la Atención”
(que representa un cambio de paradigma en la forma de entender la
comunicación humana) y, por tanto, las grandes cantidades de información
existentes provocan que la atención sea percibido como el recurso más
escaso en el mundo empresarial (ya, incluso, por encima del talento o de
la tecnología).
Gracias a las nuevas tecnologías, cada vez consumimos más información.
Queremos consumir la máxima información posible, ya que nos permite
“controlar” lo que ocurre en nuestro entorno y ver posibles
oportunidades y amenazas. La información es poder y, por tanto, el conocimiento es dinero.
Esto nos hace ser más rápidos en la toma de decisiones y competitivos,
pero, por otro lado, también dificulta la toma de decisiones reflexivas.
Un estudio de la IORG
decía que, en Internet, cada trabajador norteamericano tiene durante su
jornada laboral una media de 8 ventanas abiertas y no pasaba más de 20
segundos en cada una de ellas.
Como dijo Herbert Alexander Simon, “la abundancia de información da
lugar a la pobreza de atención”. Cada vez aprendemos a sortear mejor
esas interrupciones (muchas de ellas intrusivas) y nos volvemos más
intolerantes. Es normal. El tiempo es nuestro bien más preciado, ya que,
cada segundo que pasa, acaba formando parte de nuestro pasado, no lo
podemos recuperar y, por tanto, no lo queremos desaprovechar.
Toda empresa maneja grandes cantidades de información entre los
empleados, clientes y accionistas. La cantidad y calidad de atención que
se le presta a la información puede hacer que su negocio triunfe o
falle. En un sólo segundo de atención o de desatención puede pasar algún dato o información relevante para el futuro de su negocio.
Ante esta situación, ¿qué deberían hacer las empresas? Tienen que aprender a “curar contenidos”,
es decir, aprender a buscar y discriminar la información, a seleccionar
aquellos usuarios que les pueden aportar información de valor, a
detectar fuentes fiables, etc. Así pierden menos tiempo analizando el
ciberespacio. A partir de ahí, deben estudiar lo que sus potenciales
clientes quieren y la mejor forma de comunicárselo. La mejor forma es
fragmentar o segmentar cada vez más sus mensajes de comunicación y
publicitarios, hacerlos más entretenidos y, sobre todo, que muestren los
valores de la compañía y aporten valor. La clave para diferenciarse
está en el “por qué” de lo que se hace y no en el “qué”. Por eso, el Branded Content
está en auge. Como dijo Dave Winer, “la publicidad estará cada vez más
fragmentada hasta su desaparición, porque la publicidad perfectamente
segmentada es información”. Los medios tradicionales de alcance masivo
son importantes, pero cada vez pierden más efectividad. Por eso, surgen
también nuevas profesiones relacionadas como, por ejemplo, el Big Data
Analyst, el Curador de Contenidos, el Copywriter, etc.
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